C.

Cuatro de julio

Es 23 de diciembre. Víspera al día de Navidad. Dan y Nate beben una cerveza en la barra de su bar favorito.

-El verano nos hace afortunados.

-¿A que te refieres?

-Todo nos gusta: los helados, los conciertos al aire libre, el 4 de julio, cantar… ¡coño hasta mi mujer está mejorable!

-No digas estupideces y limítate a pensar en los regalos y preparativos de navidad Dan.

-Menudo discurso me mandas. Ya sabía que eras una persona de pocas palabras… ¡Pero tanto!

 

Una mujer se asoma por la puerta. Alza su mano para saludarlos.

-¿Qué quiere ahora?

-Pues será que vienen a buscarte. Yo que sé.

-Con lo bien que se está aquí. Hablando del verano. Cerca de la estufa… Con una buena cerveza artesana…

-La navidad a mi me gusta Dan. Tú tranquilo, que siempre tendremos veranos de sobra para pescar en el McNears Beach County Park. Vete con tu mujer y ve en paz. Todo saldrá bien. Te lo prometo.

 

Dan le da unas palmadas en la espalda a su amigo y se va.

-A esta invitas tú.

-Serás…

U.

Unexpected stop in Oklahoma

The plane lands at the closest airport to Oklahoma, despite not being the destination chosen. San Francisco is still three and a half hours away… In the aisle an extra extra large man, and the default flight attendant, is in charge of serving glasses of water and salted crackers to the passengers. They do not seem very angry, rather reigning in calmness.

«What happened?» A girl starts up.

“A problem with the air pressure when we were flying over Texas, and I don’t know what about the bathrooms. I was half asleep.”

“Me too. I thought we had arrived in San Francisco.”

Some passengers get up and go to the giant man to ask for sandwiches.

“I don’t know what has happened! Now we’ll have to wait for them to give us information from the cockpit!» The big man points out while the rest scarf down his snacks.

One of the girls takes out a coloring book from her bag. And a pencil case with soft tone colors.

“I like painting. It relaxes me,» she points out.

«Yeah, it’s great,» the other points out.

«Would you write something for me there?»

“I don’t know.”

«Something that describes you. A phrase. Something.”

“Do you mind if it’s in Spanish instead of English?

“Not at all.”

The girl takes out a brown color pencil and writes «Take risks.”

«Have you ‘taken’ many risks in your life?» Says the girl forcing a Spanish accent when she tries not to speak English.

“I am a little embarrassed. The other passengers can hear us talking. But let’s just say yes.”

“You wouldn’t be traveling to california in an over 24 hr trip if you hadn’t.”

«ah?»

The girl laughs. Not trying to be rude, but because of the giggle worthy effect of an American speaking spanish.

«Passengers we are going to continue on our flight in 20 minutes»

«I just hope my family does not get unhinged. Today was the Orlando massacre.

“You’re right.”

 

E.

El tiempo pasa y el camino perdura

Marcos es muy viejo, tiene muchas entradas y el pelo se le va quedando blanco, pero sus ojos brillan con ansia, y son de buen ver. También lee mucho y viste de estilo deportivo. Marcos sabe mucho de la vida. Pues viajó mucho. Tiene un libro sobre el camino de Santiago sobre sus manos; de repente, aquella terraza que se avecina soleada hacia la carretera en una cafetería de California se convierte en el casco viejo de Santiago. La catedral se agita a sus espaldas. En medio del libro hay una estampa del Apóstol, desgastada y arrugada, y, sin embargo, la mira con detenimiento, y le asoman lágrimas a los ojos. ¿Por qué el tiempo pasa para no volver? ¿Por qué? Pierde la mirada en la nada y las calles cobran vida. De repente, está en una terraza; más turistas y locales de la zona. El área se impregna del aroma de los calamares y del pulpo; se esfuma la carretera, la mesa de madera común y aquella gente banal como si fuesen pura niebla, y en derredor se levanta las calles viejas con sus adoquines de piedra, el cielo gris que abre la noche, con los últimos rayos del sol filtrándose entre los edificios, y Marcos vuelve a ser joven, un hombre esbelto y atlético que huele a macho por no ducharse durante dos días y dormir en albergues. Pero sus ojos, siguen siendo los mismos. Brillan con ansia y son de buen ver. Sentado junto a él hay una muchacha, joven y apuesta. Lee a Hemingway y le sonríe.

– ¿Sabes que Hemingway se hospedó aquí en Santiago?– le dice a la joven.
– ¡Qué me dice! -le responde y vuelve a sonreír.
Por su mente desfilan muchos pensamientos y muchas figuras; aquel joven ya no está, aquella terraza europea se desvaneció y su libro yace en su pecho. Vuelve a contemplar la estampa del Apóstol desgastada y arrugada guardada entre las páginas de aquel libro. Algunos coches pasan por la carretera y la luz del sol empieza a quemar su piel.

 

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