Aquí estoy, San Francisco Pride, y si lanzo la vista al frente atisbo que el parade está a punto de comenzar. Motoristas, bicicletas, banderas de arco iris, empresas promocionándose, gente celebrando el amor y otra manifestando su horror por la masacre de Orlando. Se me puso la piel de gallina, sin embargo no deja de parecerme periodismo amarillo…
Caras de los difuntos. Banderas alzándose y fiesta entretanto. El día que sobrevolaba Nueva York fue cuando empezaron a aparecer las noticias sobre la masacre en los medios de comunicación. Me pregunto hasta qué punto los familiares estarán de acuerdo con todo esto. Pero al fin y al cabo son culturas diferentes. Aquí las noticias son muy sensacionalistas. Hasta lo que he podido ver en dos semanas y tres días aquí. Vamos… Si pienso tanto me pierdo la magia del momento. Las banderas. Los besos y abrazos. Los chicos sonriendo. Las chicas con los pechos al aire pintados o bien con los pezones ocultos para reivindicar el derecho a poder a mostrarlos públicamente, la gente feliz de recibir souvenirs de la parade… ¡Tantas cosas!
-¡Quiero una bandera!
-Quizás consigamos una de regalo.
-¿Tú crees? ¡La señora que tenemos delante se lleva todos los regalos!
Conocí a María ese mismo día en el Ferry Building nada más embarcar. Contactamos por Internet. Nuestras vidas eran similares en teoría. Ambas teníamos el mismo trabajo. Ambas éramos españolas. Y a ambas nos costaba hacer amigos.
-¡Hey!¡He conseguido crema solar! ¡Nos hará falta!
-Protección 30. Perfecto. Yo he conseguido pegatinas, publicidad innecesaria y condones si quieres.
-Pero no banderas.
-Pues no. Banderas no.
Una madre desfila por la parade con un letrero que dice “Mi hijo es transexual y me siento orgullosa”. Está llorando de la emoción. Se me ponen los pelos como escarpias otra vez. El calor empieza a azotar sobre nuestras cabezas. Tengo una chaqueta en la mochila. “En San Francisco hace viento y niebla. Debes llevar siempre contigo una chaqueta”, me dijo mi jefa. Pues menos mal. Los hombros de María se empezaban a tostar como el clásico beicon de un brunch de domingo.
-¡Qué hambre!
-¡Yo con este calor sólo quiero beber!
-¡Ya te digo! ¡Cuándo acabe la parade comemos y vamos al recinto en civic center con los puestos y conciertos!
–Sure!
Más letreros sobre Orlando. La sociedad humana es un disparate. Mi cuero cabelludo empieza a engendrar calor, y la piel de la raya del cabello comienza a enrojecerse. Además es mediodía; la necesidad de ir a la sombra es intensa. Sin embargo, no quiero perderme el desfile ni por un segundo. Los deseos podían esperar. Drag queens desfilando. Los trenes eléctricos con banderas. Apple, Facebook y sus respectivos trabajadores y amigos se pasean con orgullo ante la excitación del público. Era como oler el éxito y no poder tocarlo.